Pablo no había regresado a Pamplona desde entonces, no había vuelto a acercarse a la plaza de toros. En realidad, no es así exactamente. Sí había vuelto a Pamplona: dos veces, en junio y en agosto del año pasado. Pero fueron sólo rápidas visitas de médicos. Acercarse a la plaza se le hacía aún muy cuesta arriba.
Entonces es el 9 de julio de 2017, cuando ‘Tanguisto’, de la ganadería Puerto de San Lorenzo, le empitonó hasta el alma. Intervenido de urgencia en la enfermería, el parte médico del banderillero abría sin él saberlo aún el camino de su retirada: “Disección de uretra y evisceración intestinal, rotura completa de pared abdominal y múltiples perforaciones intestinales. Pronóstico grave”.
Jueves, 7 de marzo de 2019. Veinte meses después de entonces, Pablo se reencuentra con la Monumental pamplonesa. Con ella y de paso con ‘Pirri’, como se le conocía en el mundillo taurino. Ha venido paseando desde un hotel cercano. El fotógrafo le hace posar y él se deja obediente: primero delante de una de las puertas y después encaramado al trocito de vallado que se deja todo el año en el callejón para que lo disfruten los turistas. “No le guardo ningún rencor. Pamplona es como mi segunda casa. Si esto llega a pasarme en otro lado, no sé, quizá no estaríamos hoy hablando. La preocupación del pueblo uno la siente y yo la sentí aquí todo el tiempo. No te puedes ni imaginar la fuerza que da eso. A Pamplona sólo puedo tenerle agradecimiento”, confiesa.
La cogida fue espeluznante. En más de cuarenta años de profesión había tenido antes otras dos también graves, pero ninguna como ésa. La recuerda bien y no tiene ningún reparo en describirla.
![Pablo Saugar en la puerta de la plaza de toros de Pamplona](https://www.mutuanavarra.es/wp-content/uploads/2019/03/mn_ganasdevivir_PabloSaugarPirri_005.jpg)
“Sale el toro. No me acuerdo del nombre, pero sí del número, el 48, porque el día 6 había estado visitando la corrida en el Gas. Todavía tengo su cara aquí (pone su mano a un palmo de su cara). Estoy con mi hermano (también banderillero) en el burladero. Le digo, medio en broma, medio en serio, con esa risita que produce el miedo, ¡joder, Hugo, su puta madre, qué grande es! Luego, le pican. El compañero no está muy acertado, de eso me doy cuenta. Cojo las banderillas. Es un par que lo tengo muy hecho. El toro me espera, me espera, me espera… Y en esto, ay, me gana la acción, lo veo de inmediato. ¡Pam, pam! Cada cornada es diferente. Ésta me llega al alma. Noto el dolor en el esternón. En el suelo, lo primero que pienso es en la familia porque sé perfectamente que me ha reventado. Me cuesta respirar. En la enfermería, no consiguen quitarme el traje. Hablo con el cirujano. Me enchufan la anestesia. Luego, ya no puedo hablar, aunque escucho todo y noto que me están abriendo. Me hacen un daño que te cagas. Quiero pedir más anestesia… Y ya no me acuerdo de más”.
“No soy nadie para dar consejos. Pero es verdad que hay que agarrar la vida por los cuernos y a lo que uno tiene: su casa, su familia, sus amigos… Y dar gracias, muchas gracias”
Pablo Saugar ‘Pirri’ (Madrid, 1969) está casado con Silvia, que le acompaña en el reencuentro con Pamplona. Tienen una hija que pronto cumplirá los 16. Por fin está tranquilo: “¡Quién me hubiera dicho hace un año que hoy iba a estar así de feliz!”, se encoge de hombros. “Y nosotras encantadas, para qué engañarnos”, interviene Silvia. Atrás quedan meses y meses de lucha exagerada e inútil por volver a los ruedos. Terco como una mula, buena gente hasta decir basta.
“En Pamplona estuve hospitalizado catorce días. Salí caminando, con el andador. Me llevaron a casa. Mi objetivo era reaparecer en Dax. Sólo pensaba en eso. Los médicos me dejaron claro desde el primer momento que la cosa iba para largo, que tenía que tener paciencia. Pero yo no quería escuchar. El rehabilitador me marcaba unas pautas. Yo las cumplía y luego seguía haciendo más por mi cuenta para acelerar la recuperación, o eso creía yo, pero lo que conseguía era retroceder. Entonces, me obligaban a parar unos días. Y yo me desesperaba”.
Los ‘Pirri’ son una conocida dinastía torera. Don Emilio, el abuelo de Pablo, matarife de profesión y subalterno, la inició en el madrileño barrio de Lavapiés. Han venido después tres generaciones de lo que ellos denominan con orgullo ‘toreros de plata’: cuatro banderilleros, un puntillero en la plaza de Vistalegre, un sastre taurino… “Pirri es porque mi abuelo era bajito y a los bajitos se les llamaba ‘pirracas’. El apodo se quedó mi padre, mi hermano, yo…”, explica Saugar, que de bajito, por cierto, no tiene nada.
El mismo día de la cogida Silvia viajó en coche desde Madrid. Como el tiempo de ingreso era indeterminado, en Pamplona tuvo que alquilar un piso junto al hospital. El régimen laboral de los toreros es muy especial: la situación de alta en la Seguridad Social se ciñe únicamente al día de su actuación. Amaia Ibáñez, trabajadora social de Mutua Navarra, se ocupó desde el primer día de todos los trámites de Pablo: tramitó su baja, el pago del alquiler y la manutención de Silvia en Pamplona, el traslado en ambulancia a Madrid una vez obtenida el alta hospitalaria, el pago de la prestación, la realización posterior de pruebas complementarias, la coordinación permanente con centros médicos de la capital, rehabilitadores y psicólogos, el pago de los gastos de todos los desplazamientos…
“Todo esto se mama. Mi padre siempre nos fue muy claro. Nos habló sin rodeos de la dureza de esta profesión. Y puedo decir que todas las trabas que nos adelantó se han quedado cortas. La tauromaquia es muy dura. Aunque también bonita. No he hecho muchos amigos, no es fácil hacerlos en este mundo. Hay muchísima competitividad, celos… Afortunadamente, el ser humano tiende a quedarse con lo bueno de las cosas. Yo lo intento al menos”.
![Pablo Saugar posa en los remos de Pamplona](https://www.mutuanavarra.es/wp-content/uploads/2019/04/mn_ganasdevivir_PabloSaugarPirri_008.jpg)
Al cumplirse un año de baja, y en el curso de las dos visitas médicas a Pamplona en junio y agosto de 2018, los médicos cierran la puerta a las esperanzas de ‘Pirri’. Silvia recuerda cómo en ambas ocasiones Pablo salió de la consulta arrasado en lágrimas.
˝No tengo más que agradecimiento a Pamplona. A los médicos, al equipo rehabilitador, a los psicólogos… Todo han sido facilidades. Y a la gente. En todo momento he sentido el cariño del pueblo. No sabes la fuerza que eso da”
“Estás fenomenal, me dijeron, ¿qué más quieres? Tienes unas lesiones irrecuperables, el abdomen no va a volver a crecer, y torear sin abdomen es imposible. Me lo explicaron gráficamente: esto es como un partido Nadal-Federer, gana el que está a 180, el que está a 120 no gana. Y tú vas a poder estar como mucho a 120 y casi siempre a 90. En mi caso, además, no se trataba de Nadal o de Federer, sino de un toro de 500 kilos. En fin, que aún así salí al campo a probarme. Un matador amigo me dijo un día que había un toro en una finca. Le dije: no avises a nadie, tú y yo solos. A mi mujer le dije que solo iba a ver… Yo sabía que era una prueba definitiva. En el primer sprint con la becerra que se suele soltar antes para calentar me dio un latigazo que casi no llego al burladero. Luego, me rehíce, porque el animal salió noble, y disfruté, pero cuando acabó llegué a casa reventado y vi claro que no estaba para volver. Que tenía que asumirlo”.
Adiós a las cervezas y a los fritos, adiós a las medias maratones que tanto le gustaban. En diciembre, poco antes de Navidad, Pablo Saugar hace público un comunicado en el que anuncia su retirada de los ruedos. En enero de este año obtiene la incapacidad permanente total. “Ha sido decisión más difícil de mi vida”, recuerda. Y añade: “Lo hice por el enorme respeto que siento por mi profesión”.
Novillero de 1989 a 1994, matador apenas cuatro años, banderillero desde 1998, el bueno de ‘Pirri’ tiene una mirada limpia. Es elegante sin alardes: camisa impecable, jersey de cuello alto, americana de tweed. Después de la entrevista, participará en un coloquio del Club Taurino. Se siente honrado por la invitación. Sentado frente a la plaza, con un café, habla despacio, en voz baja. Con un profundo respeto a todo y a todos. En un costado, su mujer Silvia y Amaia Ibáñez lo miran y sonríen.
“El proceso ha sido lento. Imagino que en otras profesiones es igual, no sé. Es que cuando la decisión en el fondo no la toma uno… Esta profesión a mí me tenía y me tiene aún atrapado. Para sentirme vivo necesito sentir miedo; si me quitas el miedo estoy muerto. ¡Qué cosas! Muchas veces, he toreado con el dedo roto, haciéndome cualquier apaño con esparadrapo, o infiltrado con un hombro roto y no escuchando al doctor que me decía que tenía que operarme. Todo eso es fruto del entusiasmo de la juventud, del amor propio, de la ignorancia… ¿Sabes? Hay que tener en cuenta a la gente. Salir mermado al ruedo es algo que la gente no merece. Pero de eso te das cuenta después”.
¿Cómo es la vida ahora?, le planteamos con curiosidad. “Me encuentro bien, bien. Hago vida normal, como sano, frugal. No puedo hacer deporte a lo bestia, claro. Físicamente, si miro atrás… En la comparación salgo perdiendo. Pero no tengo que mirar atrás. No es que no pueda, ¿eh?, puedo, puedo. Al cerrarse la carpeta definitivamente y asumir e interiorizar esto, estoy mucho más tranquilo. La vida va pasando, suceden cosas, y uno tiene que encajarlas e ir asumiéndolas. Unas son fáciles y otras no tanto. Ésta que me ha sucedido a mí, en concreto, es muy dura. Pero, al final, el tiempo y estar feliz con lo que uno ha realizado, con lo que tiene y con lo que le queda, es lo más importante”.
![Pablo Saugar en la plaza de toros de Pamplona tras su cogida](https://www.mutuanavarra.es/wp-content/uploads/2019/04/mn_ganasdevivir_PabloSaugarPirri_004.jpg)
¿Ante las cornadas de la vida, coger el toro por los cuernos? Frases hechas que vienen a cuento… “Naturalmente. Una cosa así te cambia, claro está. Yo soy una persona muy introvertida. Nunca he hablado mucho. Pero ahora me he abierto más, no me lo trago todo, comparto más mis sentimientos, mis cosas. ¡Sólo así pueden ayudarte los que te rodean! También, esto te recoloca en muchos aspectos. Te das cuenta de que damos importancia a cosas banales. Piensas: ¡qué bien podríamos vivir si cada uno diéramos un poquito más al que está al lado! Sucedería tal cadena de favores que el mundo estaría mucho mejor. Lo que pasa es que de esto nos solemos dar cuenta solo cuando nos vemos vulnerables. En realidad, no soy nadie para dar consejos. Cada persona es distinta. Pero es verdad que uno tiene que agarrarse a lo que tiene. Cuando amanece y el día está nublado, y al siguiente lo mismo, y al siguiente… sólo quedan la familia, los amigos, el respeto de la profesión. Mi fe, que la tengo. Todos han sido clave para mí, y por eso digo gracias, gracias, gracias”.
“Qué bien podríamos vivir si cada uno diéramos un poquito más al que está al lado. Sucedería tal cadena de favores que el mundo estaría mucho mejor. Lo que pasa es que de esto nos solemos dar cuenta cuando nos vemos vulnerables”
El padre de Pablo Saugar, vio morir a Paquirri en Pozoblanco y a El Yiyo en Colmenar. A Pablo se le murió Víctor Barrio en Teruel un año antes de su cornada en Pamplona. En cuarenta años de carrera ha visto retirarse por cogidas al menos a veinte colegas. Larga carrera que iba tocando a su fin (un banderillero se jubila a los 55) cuando ‘Tanguisto’ se le cruzó antes de tiempo. Pues bien, no hay nadie en la profesión que hable mal de él. Con ese bagaje, afronta ilusionado su nueva vida taurina, ahora al otro lado de la barrera: como apoderado del matador albaceteño Andrés Palacio. “Me he dado cuenta de que cuento con el reconocimiento y el respeto de mi profesión. Siempre he dicho que el papel del banderillero es servir al diestro (Pablo ha formado parte de las cuadrillas de diestros como Curro Díaz, Óscar Higares, Antonio Nazaré, Juan del Álamo…). Su triunfo es nuestro triunfo. Ahora, ya no puedo torear, pero sí seguir vinculado al mundo del toro a través de la Fundación del Toro de Lidia, de la que soy patrono, y de Andrés Palacio. Es un chico que me gusta mucho y que no ha tenido suerte hasta la fecha. Me gustaría transmitirle modestamente mis valores, todo lo que he aprendido. Sobre todo, la lealtad. A él se le abrieron los ojos al escucharme. Ojalá podamos ir consiguiendo los objetivos que nos hemos propuesto”.
Y así de sereno dejamos a ‘Pirri’, que tanto ha cambiado —o quizá no tanto— desde entonces.
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