Cuenta Jonathan Castroviejo (Getxo, 1987) que su afición por la bici surgió por casualidad. Tenía unos 8 ó 9 años cuando un amigo de la infancia le propuso que se apuntaran juntos para probar. Aunque no lo esperaba, pronto empezó a destacar y al cumplir los 18 inició su periplo de club en club antes de ingresar en las filas del Movistar Team, su equipo actual.
La pasada temporada ha estado marcada por un par de infortunios que han puesto en jaque su salud y su carrera deportiva. Con paciencia y muchas ganas, el vizcaíno ha logrado darle la vuelta a la situación, obteniendo incluso un triunfo importante para el deporte español en octubre al hacerse con el bronce en el Mundial de contrarreloj de Doha (Qatar).
El 30 de diciembre de 2015 tuviste el primer susto. ¿Qué recuerdas de aquel día?
Lo recuerdo mal, aunque tuve mucha, mucha suerte. Íbamos por una carretera un grupo de cuatro corredores y, en un ceda el paso, un chico no nos vio, se saltó el stop y nos llevó por delante. Yo estaba a la izquierda, fui el primero con quien impactó. La bici terminó destrozada, pero yo solo tuve que guardar reposo durante 10 días. Tuve mucha suerte porque me pilló con el pedal arriba y el parachoques justo dio a la altura de las bielas, pero pasé mucho miedo porque fue un accidente en el que yo no tuve la culpa. Y eso que soy muy precavido… No me fío de los coches y siempre miro a un lado y a otro.
Después, en febrero, tuviste otro accidente más grave del que todavía estás recuperándote (La entrevista tiene lugar justo antes de la operación a la que se sometió en la clínica San Miguel para que Ángel Recarte, director médico de Mutua Navarra, le retirara el cerclaje que le habían colocado en el codo a raíz del accidente).
Fue un infortunio. Yo había terminado la carrera [la Vuelta al Algarve] y me dirigía hacia el autobús cuando un corredor que estaba delante de mí tiró un botellín a la cuneta y un espectador salió a por él sin mirar. No me dio tiempo a reaccionar. Choqué contra él y ahí me fracturé las dos cervicales, y en la caída me rompí el codo. En este caso, tampoco tuve la culpa. Y piensas: “Joé, otra vez”… Aun así, tengo que decir que soy un afortunado.
¿Cuál fue tu primer pensamiento entonces?
La bici pasa a ser secundaria, está claro. Lo importante es la salud. Intentar quedarte bien. Después, cuando a los dos meses me quitaron el corsé, fui cogiendo algo de motivación. Empecé a pedalear un poco en casa… A partir de ahí yo ya veía que la cosa iba bien y me puse algunos objetivos alcanzables para intentar recuperarme mejor. Pero en ese primer momento la bici se te olvida. ¡Como si no volvía a andar más en bici! Luego le coges ganas porque vas viendo que estás bien, pero en un principio valoré mucho la salud. Muchísimo.
¿Cómo fueron aquellos dos meses con el corsé?
Como si fuera un niño pequeño. En casa, con una cama reclinable… El tema cervical es una lesión buena en el sentido de que ella misma te va diciendo cómo estás. En un primer momento ya ves que no puedes ni moverte. Así fueron los primeros 15 a 25 días. Después, ves que poco a poco te va dejando, aunque siempre tienes la duda: “¿Me estaré forzando demasiado?” Con el corsé estuve desde finales de febrero hasta mediados de abril.
La familia habría sido un apoyo fundamental para ti…
Sí, claro, porque estás impedido totalmente. No te puedes duchar, no te puedes mover, no puedes comer… No te puedes girar (hace el gesto de mirar hacia abajo como si todavía llevara el collarín) y no puedes ver lo que hay debajo de ti. Te cansas muchísimo. Yo creo que hasta perdí vista. Tenía los ojos muy cansados. A nivel de reflejos, también lo noté. Cuando volví a coger la bici a los tres meses me di cuenta de que no tenía reflejos, que veía una piedra y no sabía si saltarla, sortearla por un lado o por el otro, me quedaba paralizado. Tampoco me veía capaz de conducir. El apoyo de los míos [Ametz, su mujer, y Luken, su hijo de 2 años y 3 meses] ha sido fundamental. Luken se subía a la cama y me decía: “Aita pupa”. Ya sabía qué me pasaba, me ayudaba. En esos momentos uno solo no puede. Tanto mis padres como los padres de mi mujer han estado ahí desde el principio. Si no, ¿con quién dejas al crío?
Pese a todo, no te planteaste dejar de lado la temporada…
No, porque al final era también una herramienta para curarme.
¿En qué sentido?
Yo me marqué el objetivo de llegar al Tour. Hice todo lo posible por llegar y, de hecho, llegué. Me fui a entrenar en altura a Andorra, pero solo dormía. La gente debía de pensar que estaba zumbado. Lo que me ayudó fue ponerme un objetivo, más que la bici. Imagínate que te caes y te rompes el brazo ahora y te dices a ti mismo: “En febrero quiero correr tal…”. Pues empiezas a cuidar la alimentación, que es muy importante para que todo vaya bien. En mi caso, llevé la alimentación a rajatabla.
¿Dónde encontraste la motivación para competir al nivel al que lo has hecho sabiendo que estabas “tocado”?
La Vuelta a Suiza en junio fue determinante. Era un objetivo ambicioso porque es una carrera muy complicada. Bajando los puertos, se me resentía mucho el cuello porque en esa posición vas con más tensión y había cuestas muy largas… Además, llovió todos los días. Fue un punto de inflexión. Acabé bien. Los primeros días iba a mi bola, tranquilo, pero al final la última crontrarreloj la hice bastante bien y ahí ya me di cuenta de que estaba mejor.
Después, a pesar de sentirte preparado, llegó el Tour de Francia y te quedaste fuera.
Antes fueron los campeonatos de España de contrarreloj y quedé segundo. Ahí todavía tenía ilusión por ir al Tour. Pero después, la presión me superó un poco. Eusebio [gerente del equipo ciclista Movistar Team] me dijo que no iba. Yo físicamente sí que estaba para ir, pero de cabeza no. Me había metido tanta presión que no sé si habría aguantado las tres semanas en ese momento. Él dudaba porque tenía tocado el brazo, me dolía entonces y me sigue doliendo ahora… Me costó mucho recuperarme de eso. En el momento me costó aceptar su decisión pero luego la agradecí porque en el Tour se viven momentos de mucha tensión y hay que estar muy bien preparado.
¿Eres más precavido ahora a la hora de tomar un descenso, por ejemplo?
Soy más precavido en general, en la vida. Voy a cruzar el paso de cebra y hasta que no veo que el monigote está en verde no cruzo. Intento no asumir más riesgos de los que tiene la vida: no correr con el coche, etc. Pero no solo en la bici, veo más peligros en todo. Yo antes tenía una moto y ahora las veo y digo: “Uff”. Ni me lo pensaría ahora mismo. Te puede salir un jabalí, un ciervo… cualquier cosa.
De todo lo malo se aprende…
No sé si he aprendido… De las caídas no, porque no han sido fallos míos. Lo que sí que he aprendido ha sido a relajarme, a estar más tranquilo, a plantear los objetivos más a corto plazo. Las Olimpiadas, el Tour… son carreras de mucha presión. He aprendido a vivir más el día a día, a no pensar tan a largo plazo.
¿Cuáles son tus aspiraciones de cara al año que viene?
No conozco ni yo el calendario del año que viene, pero una cosa que me haría mucha ilusión sería correr en los campeonatos del mundo, que serán en septiembre de 2017.
En septiembre de este año viste por fin la recompensa a tanto esfuerzo con el oro en el campeonato de Europa y después, en octubre, alcanzaste un triunfo para España con el bronce en el Mundial de Doha (Qatar).
Sí, fue donde menos lo esperaba. En otros sitios puedes hacerte ilusiones, pero en Doha, con 40 ºC, viento, en llano, la gente con 20 kilos más que yo… La verdad que no me lo esperaba.
Si alguien pasara por lo mismo que tú, ¿qué le dirías?
Que lo más importante es la recuperación. El primer mes no hay que hacer nada, cero. Yo estuve un mes en la cama tumbado, ni me levantaba. Yo creo que eso me vino muy bien y ayudó a que se consolidara la cosa. Hay que estar tranquilo. El primer mes, hasta que empieza a soldarse todo, no hay que tener prisa.
¿Y a nivel mental?
Hay que vivir el día a día, sin agobiarse y sabiendo que no es algo para toda la vida. Hace años a la gente le ponían yeso hasta la cabeza para inmovilizar las cervicales, ¡prefiero ni pensar qué hubiera sido aquello! He sido muy afortunado por haber podido contar con los medios actuales. Hace 20 años, ¡a saber qué aparatos se utilizaban!
¿Qué te ha enseñado el ciclismo?
Te enseña a todo, yo siempre lo he dicho. Yo no sé de otras cosas, solo sé lo que me ha enseñado la bici: experiencias, conocer a mucha gente de otros sitios, el trabajo, la constancia, la seriedad… También hay que ser fuerte de cabeza porque a veces los resultados no acompañan aun habiendo entrenado mucho.
Dedicarte por entero al ciclismo, ¿te ha privado de muchas cosas?
Yo ahora lo veo diferente para que no se me haga duro. Lo veo como un trabajo. Me quedan a lo sumo seis o siete años en este trabajo y tengo que intentar hacerlo lo mejor posible. El tiempo pasa volando. Después me gustaría explorar otras vías. A mi hijo Luken no le voy a inculcar la bici, le voy a inculcar el deporte. Pero que haga esquí, o natación, o bici… lo que él quiera.
¿Tienes algo en mente?
Siempre me ha gustado el mundo de las empresas. De hecho, estudié la mitad del grado de Administración y Dirección de Empresas. Aunque no sea a jornada completa, sí que me gustaría tener una ocupación el día de mañana.
¿Cómo vas a recordar el 2016?
Como un año en el que he aprendido muchísimo. Además, en la última parte del año he visto que he estado a mi nivel, y eso me ha dado mucha confianza. Aunque se tenga una caída, hay que estar tranquilo. Ahora las cosas del día a día, como cuidarme, no me dan tanta pereza. Al ver la peor cara de la moneda, lo que no es tan malo no te cuesta tanto. Seguir a los médicos es lo más importante. Es mejor asegurarse que correr.
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