Rubén Nevado recuerda el accidente con todo lujo de detalles. La máquina era un hormo elevador, una caja gigante en la que ponían las piezas. Vio que la polea de uno de los laterales estaba suelta. La luz del panel no se veía encendida. Fue a colocar la cadena en la polea cuando se le quedó atrapado el guante, hizo contacto y el horno empezó a subir. Al ver que no tenía posibilidad de soltarse, metió la otra mano para tratar de salvarse. Y lo consiguió. A cambio, perdió el meñique, el anular, el corazón y parte del índice de la mano derecha, más el índice de la izquierda. Pudo salvar los pulgares. En Santander se sometió a una operación de película de ciencia ficción. Le quitaron el segundo dedo de cada pie y se los implantaron en su mano derecha. Muchos dolores, rehabilitación y el martilleo continuo de aquellas imágenes. Nada que invite a reír. Y, sin embargo, reímos a carcajadas escuchando su relato en un bosque de Alsasua cercano a su casa. Su sentido del humor y su vitalidad contagian optimismo. Manos nuevas, vida nueva. La fuerza indestructible de un superviviente que sueña con ser psicólogo. Uno humilde que ayude a los familiares de personas con Alzheimer, dice.
¿Ningún compañero pudo ver lo que ocurría y acudir a socorrerte?
En la fábrica donde trabajaba hay tanto ruido que por mucho que grites es imposible que te oiga nadie. Ver que estás atrapado, que vas para arriba y que nadie puede oírte es muy angustioso. En aquel momento no fui consciente de la pérdida que había tenido. Una vez que me solté, vi que los guantes se me cayeron y entonces ya me miré las manos y comprendí la magnitud de lo que había ocurrido. También recuerdo que, al venir a auxiliarme, para las personas que me atendieron fue muy impactante ver aquello. Ellos también lo pasaron mal.
¿Cómo fue el proceso de recuperación?
Mucho más costoso de lo que me imaginaba. Me sometí a la primera operación en Pamplona y luego empecé a buscar información para ver qué posibilidades tenía. Es algo que no debes hacer, pero estás en una desesperación total y quieres encontrar soluciones inmediatas. Necesitas ver una evolución y vives con tu ‘paja mental’ de que vas a recuperar lo que has perdido. ¡Para nada! Lo fundamental es ser consciente de que lo que perdiste aquel día perdido está y no tiene vuelta atrás. Di con un médico muy conocido en Valencia. Me sonaba por algo que había visto en las noticias: una mujer a la que le había implantado las dos manos, y pensé que algo así habría que hacer. Luego encontré otra posibilidad. Casualmente, un médico de Mutua Navarra me habló de este médico de Santander. Así que dije: “¡De cabeza!” Era consciente de lo que hacía, pero no sabía cómo era la operación. Cuando me lo explicaron, me quedé totalmente petrificado: es posible que tengas que perder de otra parte del cuerpo para ganar en las manos, me dijo el médico. De perdidos al río. Es una desesperación tal que dices: bueno, ya no puede ser peor. Aunque si lo piensas fríamente, sí pudo ser peor: si algo llega a salir mal, pierdo de las manos y los pies.
¿Cómo te fue en Santander?
Cuando estuve en Santander y me dijeron en qué consistían las operaciones, me enseñaron fotos de otros pacientes. No me gustó cómo quedaba la cosa. Ellos fueron muy directos querían que reaccionara. Duele escucharlo, pero a la larga lo valoras y das gracias de que fuera así de duro con ese comentario porque la verdad es que me hizo reaccionar, decir: venga, adelante, si el éxito que tienen en las operaciones es de un 95%, ¡malo sea que la mía salga mal! Y, bueno, cuando te dicen que es trasplantar dedos de los pies a las manos suena como una operación de ciencia ficción. Fue una obra de arte. Y creo que la solución. Nunca me he arrepentido de eso. Hoy, después de las múltiples operaciones por las que tuve que pasar y de la rehabilitación, afortunadamente puedo decir que me puedo valer por mí mismo.
Ya tienes unas manos nuevas. ¿Responden a lo que quieres?
¡Para nada! Entra también el factor llamado del ‘miembro fantasma’. Las manos las tenían que dejar algo así como —para que lo entendáis— las manos de dibujos animados, las de los Simpson. No sé si te has fijado alguna vez, pero tiene tres dedos y un pulgar. Pues eso es aproximadamente lo que hacen con mi mano derecha (se señala los que ahora hacen de dedos corazón y anular). Los implantan de manera que te quede una mano muy útil. Y en la izquierda lo que hicieron es quitar lo que es el índice para tener más facilidad para coger cosas. Fue como volver a empezar. Lo que pasa es que tú quieres pasar de la etapa 1 a la 3, yo era como un niño que gatea y quiere correr, y eso es imposible, porque cada cosa tiene su proceso y lleva su tiempo. Sólo a base de mucha rehabilitación, mucho esfuerzo y mucho trabajo es como lo consigues. Todas las noches había que llevar unas férulas, que eran horrorosas, para estirar los dedos. Y a la mañana siguiente ya estaba mi fisioterapeuta de Mutua Navarra para darme la caña correspondiente. Vivía en un continuo dolor.
¿Cómo lo calmabas?
La medicación en relación al dolor tampoco fue excesiva. Fue más el tratamiento psicológico. Los primeros días tuve que acceder a hacer terapia. Veía que lo tenía que contar. Necesitaba exteriorizar lo que me había pasado, pero no se lo quería contar con detalle a mis padres porque temía que les hiciera más daño del que ya tenían. Entonces, me ofrecieron hacer unas sesiones de terapia y fue un desahogo importante. Ahí sí que me pusieron medicación, lo recuerdo perfectamente, y ya conforme avanzaba el tiempo, íbamos reduciéndola.
¿Tenías pesadillas?
Buf, era cerrar los ojos y continuamente, todas esas imágenes… Aparte del dolor físico que tienes de las heridas, a nivel mental eso te produce un cansancio terrible. Y eso es lo que tienes que conseguir. ¡Al principio es imprescindible dormir para poder afrontar con éxito la rehabilitación! Pero quería dormir y no podía.
Una vez que tu vida recupera en alguna medida la normalidad, te encuentras con que ya no puedes desempeñar el trabajo que hacías antes y tienes que reinventarte.
Cuesta muchísimo también. Hasta que un día dices: mira, Rubén, esto es lo que tienes y con eso tienes que vivir toda tu vida, así que sólo tenemos dos opciones: la primera es que sigamos lamentándonos de lo que nos ha sucedido y que llores el resto de tu vida, y la segunda es que lo trates de afrontar, que lo asimiles y que mires con optimismo. No tienes otra salida. Entonces, obviamente, optas por la segunda, te aferras a hacer todo lo que está en tus manos o a lo que te queda de ellas, por decirlo de alguna manera, para tratar de afrontarlo con éxito y de la mejor manera posible.
Y entonces te empiezas a interesar por la psicología. ¿Cómo te picó el gusanillo?
Cuando acabé la rehabilitación me quedaban las tardes un poco ‘colgadas’. Has de tratar de invertir tu tiempo en algo para distraerte. Entonces cayó en mis manos un libro de autoayuda de María José Álava Reyes, “La inutilidad del sufrimiento”. Me dio por leerlo, me picó la curiosidad de seguir leyendo, me empecé a animar y… Ése pudo ser el detonante, la lectura y el tratar de informarme de qué era lo que me estaba sucediendo porque no me lo explicaba, no sabía poner palabras a lo que me pasaba. Veía que tenía un cóctel de emociones, de sentimientos, de pensamientos contrarios… Y cuando lo leí dije: “¡Esto es lo que me pasa!” Y a partir de ahí me animé acoger unas asignaturas por la UNED. Me fue gustando y, una vez acabado el proceso terapéutico y los juzgados, me he metido de lleno a estudiar a carrera. Ahora ya me falta poquito para acabar.
De cara al futuro, ¿tu ilusión sería ser psicólogo terapeuta?
Bueno, no lo sé a ciencia cierta, pero sí tengo un poco el gusanillo. Si con mi experiencia y los conocimientos que yo pueda tener de esto puedo ayudar a una persona que esté en una situación similar a la mía, pues… bienvenido sea. Pero no lo valoro en plan quiero ser súper terapeuta, estar reconocido, voy a poner ni consulta…. No. Tengo un sentimiento más humilde. Un deseo de ayudar a los demás. Y creo que eso igual es fruto del accidente. Antes podía ser colaborador o interesarme, pero ahora me noto como con ganas de ayudar más. Más colaborador y participativo. Aquí suele venir el autobús de donar sangre. Antes solía verlo, pero nunca me daba por dar sangre. A raíz del accidente, una vez que acabé con la rehabilitación y con todo, la primera vez que lo vi dije: ¿por qué no doy el paso? El accidente fue el detonante para hacerme donante.
¿Te has humanizado a todos los niveles?
Sí, lo que me sucedió aquel día ha sido un poco la semilla de lo que soy a día de hoy. Lo tengo que reconocer, es cierto.
¿Te sucede que en algún momento no sólo no lamentes lo que te ocurrió sino que hasta casi lo agradeces?
Eso es bastante común. En un principio, cuando te ves en esa situación, se te viene el mundo encima y piensas: vaya mierda de vida que me espera. Yo, por el tema de recurrir en las imágenes que te he contado, desearía haber sido un ordenador, para poder haber tirado esa información a la papelera y olvidarme de ella. Pero tenemos la capacidad de memorizar y yo me acuerdo plenamente de todo lo que me sucedió. Sin embargo, ahora, viéndolo con el tiempo, tengo que reconocer que no me arrepiento de que me haya sucedido. Es más, hasta me alegro, porque es una de las mejores cosas que me ha podido pasar. No te puedo decir que es lo mejor, pero me ha ayudado a ver las cosas de otra manera. Es evidente que me ha puesto barreras físicas, pero me ha quitado las mentales.
¿Sigues llevando una vida parecida a la de antes o hay diferencias sensibles?
Más o menos puedo seguir haciendo las mismas cosas, pero soy consciente de las limitaciones que tengo. Antes me dedicaba a trabajar y luego hacía deporte, estaba con los amigos, iba al cine… Lo típico. Ahora puedo hacer lo mismo, pero hay ciertos deportes o situaciones de riesgo que evito. Me he vuelto menos impulsivo, más cauto, más precavido. Voy al gimnasio y correr corro, pero a lo mejor sí que tengo luego ciertos dolores, más molestias. Pero, bueno, a menos ritmo, o menos tiempo, pero lo puedo seguir haciendo todo completamente. Hombre, ¡tengo claro que campeón de Navarra de hilar hilos no voy a quedar!
No te falta sentido del humor…
Me parece fundamental. Si no, estaría amargado. Qué mejor que decir que tengo las manos como las de los Simpson. Pues sí, es cierto.
En este proceso, ¿te ayudaron las personas, sentirte respaldado por tu familia, los médicos, los fisios…?
Sí, sin duda, lo que tienes alrededor tiene un papel importante. Médicos, familia, amigos, todo está interconectado. Te respalda y es clave. ¡Te da una fuerza!
¿Qué consejo darías a alguien que se viera en una situación parecida?
En primer lugar, que tiene que poner mucho de su parte. Si no pones de tu parte, por mucho apoyo que tengas, no vas a conseguir nada. A partir de ahí, no te queda otra que trabajar, trabajar, trabajar, y esforzarte muchísimo por conseguir lo máximo que puedas dentro de los límites que vas a tener. Y luego, claro, si tienes el apoyo de la familia, de los amigos, de los médicos… Eso ayuda muchísimo.
Pero, ¿es posible reinventarse?
Sí, absolutamente.
¿Se portó bien tu empresa?
Sí, es de las cosas que puedo sentirme orgulloso porque nunca han puesto ninguna traba ni nada. Se portaron fenomenal, la atención ha sido fantástica, sobre todo del departamento de Recursos Humanos, yo ahí no puedo poner ningún pero. Me facilitaron todo muchísimo. Fue el hecho de que estuve en el momento y en el lugar más inoportuno. Sucedió y no hay que darle mas vueltas.
¿Cuáles son tus ilusiones o tus sueños de cara al futuro?
A corto plazo me propongo acabar la carrera principalmente. Luego, sí tengo otra ilusión. Hay una cosa que me llama la atención, el alzhéimer, quizá porque lo estoy viviendo en casa, con mi abuela. Aquí en Alsasua se han hecho ahora unos cursos formativos de cómo tratar a las personas con Alzheimer. Si los familiares o quienes les cuiden pudieran tener en Alsasua o en la zona un grupo de apoyo con el poder compartir sus vivencias, esto les podría suponer una descarga emocional importantísima. Me lo planteo como uno de mis objetivos a corto plazo, intentar hacer algo por esa situación aquí en Navarra. Porque no hay nada, a pesar de que tenemos la mejor clínica de Navarra, la Clínica Josefina Arregui. Hace falta algo así aquí. Y ya, a nivel personal, si me formo y con mi trabajo puedo ayudar a otras personas, ¿qué mejor cosa?
Shirley Sanchez Apolo
Tienes una hermosa vida sin limites, eres un superheroe!!. Mi abrazo desde Ecuador.