No son pocos los retos que como individuos nos enfrentamos ante los continuos cambios a nivel social, cultural, económico y político. Las empresas, como organizaciones humanas, no pueden sustraerse a ellos, y dejar de ver cómo después de la pandemia, la salud mental ha pasado a formar parte de los ámbitos de preocupación general.
Las cifras de casos de enfermedad relativos a problemas de salud mental están experimentando incrementos sustanciales que no pasan desapercibidos: un aumento del 15,86% en los casos de bajas relacionadas con los problemas psicológicos respecto al año 2021, así como una subida del 19,73% en el número de jornadas perdidas por esta causa. No es baladí, los problemas psicológicos pueden afectar al menos a un 15% de las personas adultas en edad laboral. Y la situación parece indicarnos que estas cifras seguirán aumentando.
¿Qué actitudes pueden adoptar las empresas? Pueden ser múltiples y variadas. La más arriesgada es considerar que estas circunstancias son temporales y ajenas, en gran medida, al quehacer propio de las organizaciones, y que poco o nada pueden hacer por invertir una tendencia muy condicionada por factores externos, tanto de índole personal, como social.
Otra actitud posible es comprender que una empresa u organización, como parte de la sociedad en la que se desenvuelve, debe acometer dentro de su ámbito de influencia y sus capacidades aquellas medidas que supongan una mejora de las condiciones en las que las personas que la componen desarrollen al máximo sus competencias personales y profesionales.
Es lógico comprender que abordar los factores psicológicos y la salud mental desde el ámbito laboral ocasione incertidumbre e inquietud, bien por desconocer los medios para identificar los factores que desencadenan malestar psicológico y daño a la salud, como por no saber cómo abordarlos y con qué medios contar.
Cierto es, también, que los esfuerzos por identificar y evaluar los factores de riesgo psicosocial nunca tuvieron – de manera general – la acogida y practicidad necesarias para implementarse de manera eficaz como una herramienta de cambio a mejor en las condiciones de trabajo.
En muchas ocasiones son las bajas laborales por enfermedad mental y su incremento sustancial en estos últimos años las manifestaciones más claras de esos daños, las que constatan con claridad la necesidad de afrontar las causas que las originan.
Tomar una decisión proactiva, no sólo en cuanto a reducir los casos y duraciones de los procesos de enfermedad mental, sino en cuanto a crear lugares de trabajo donde se hable con naturalidad de los problemas psicológicos y se eliminen los estigmas que suelen traer acompañados, reporta beneficios a las personas y a las organizaciones.
Y así como en otras facetas organizativas se cuenta con muchas experiencias y orientaciones específicas, el ámbito de la salud mental no ha sido pródigo en iniciativas empresariales, quedando estos asuntos ocultos o no suficientemente abordados, por carecer de estrategias que orienten a resultados beneficiosos, tanto para las personas como para las propias organizaciones. Se necesitan pues, enfoques claros y de amplio espectro, no sólo desde la perspectiva de pérdida de salud mental, sino también de crecimiento y potenciación del bienestar psicológico en el trabajo.
Independientemente de cuál sea origen de las causas que socavan la salud mental de las personas y amenazan su bienestar, la intervención planificada desde las organizaciones debe comprender tanto el prevenir, como el promover y proteger la salud de las personas.
Aportar ayuda a quienes lo necesiten, así como dotar de herramientas prácticas, tanto de liderazgo como de intervención en las condiciones de trabajo y promover competencias socioemocionales son las vías preferentes en un marco de seis líneas básicas en las que Mutua Navarra ha configurado su propuesta de Plan de Actuación en las organizaciones, guía que se presentará a comienzos de 2024 dentro de la campaña sobre Bienestar psicológico en el trabajo: Bien, ¿o te cuento?
No obstante, intervenir de manera eficiente en salud mental requiere el compromiso firme por mejorar el bienestar psicológico de las personas en las organizaciones, que se expresa a través de acciones conjuntas en los tres ámbitos referidos, potenciando además las competencias personales de carácter socioemocional, generando espacios donde se abordan de manera positiva los conflictos interpersonales, así como actuando con rigor ante situaciones de acoso laboral u otras formas de violencia o discriminación hacia las personas de la organización.
No hay salud sin salud mental, por lo que fomentar el bienestar psicológico de las personas en los lugares de trabajo se convierte en el principal medio para lograr un entorno de trabajo favorecedor para el desarrollo en salud y calidad de vida.
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