Fue en 1948 cuando la Primera Asamblea Mundial de la Salud propuso que se estableciera, como no, un “Día Mundial de la Salud”, con el fin de conmemorar la fundación de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Desde entonces, cada 7 de abril se conmemora este acontecimiento, atribuido a la salud en mayúsculas. Como viene siendo habitual en todas las ediciones anteriores de esta efeméride, la OMS ha escogido un tema de salud específico a fin de destacar un área prioritaria de interés. La campaña de este año invita a todas las personas a prestar una atención especial a un problema de salud con repercusiones en todo el planeta a través del eslogan “Construir un mundo más justo y saludable”. Vaya por adelantado nuestra felicitación a sus 73 años de vida. Toda onomástica merece, sin duda, ser celebrada.
Este 2020 habrá sido uno de sus años más especiales para los OMS, al verse obligada a ocupar un protagonismo especial frente a la mayor emergencia sanitaria de los últimos 100 años: la pandemia de la Covid-19 y sus devastadores efectos en toda la humanidad.
En un mundo ya de por sí caracterizado por profundas desigualdades sociosanitarias, sus decisiones y postulados han servido de orientación, en muchas ocasiones, y de controversia en otras, ante una situación pandémica que ni el más aventurado previsor se hubiera atrevido pronosticar.
El virus SARS-COV-2 ha puesto en evidencia cómo algunas personas pueden llevar una vida más sana y tener mejor acceso a los servicios de salud que otras, debido enteramente a las condiciones en las que nacen, viven, trabajan y envejecen. Y si bien no nos es permitido escoger nuestro lugar de nacimiento, sí podemos tomar decisiones sobre muchos de los aspectos en los que vivimos, trabajamos y envejecemos.
No todos estamos en las mismas condiciones ni partimos con los mismos medios para afrontar una crisis sanitaria, tanto a nivel institucional, socioeconómico, como a nivel individual. Sin embargo, el impacto que ha generado el Coronavirus y su efecto mortífero ha puesto sobre la mesa una preocupación inusitada por la SALUD (en mayúsculas). Quizá sea el miedo al contagio por Covid-19 y sus graves consecuencias (muerte y sufrimiento), o el hecho de sentirnos seres más frágiles y vulnerables de lo que nos creíamos, lo que nos hace más deseosos de salud como un bien altamente valioso, tanto en el marco personal como el social, empresarial y gubernamental. Y resulta que, ¿acaso no la cuidábamos lo suficiente? ¿Será que como ilustra el refranero popular sólo nos acordamos de Santa Bárbara cuando truena?
¿Qué pasará cuando las mascarillas, el distanciamiento y las medidas de higiene y limpieza ya no sean obligatorias? ¿Qué actitud adoptaremos hacia nuestra propia salud? ¿Y qué pasa mientras aún perduran? El contexto nos ha llevado a una reflexión profunda sobre los graves daños, y no sólo económicos o empresariales, de la pérdida de salud; todos nos hemos visto afectados, amenazados y heridos, y muchos han fallecido, por un agente y una situación desconocida hasta ahora, imprevista, improbable e incierta.
¿Qué podemos pedir al conmemorar este Día Mundial de la Salud? Quizá mayor conciencia de nuestra salud y sus valores, tanto de tenerla (y disfrutarla), como de los riesgos de perderla; saber apreciar la suerte de poseer salud, de la fragilidad con la que puede quebrarse, y de no posponer ninguna medida para “cuando sea mayor, ya me cuidaré”. También sería muy de tener presente y valorar más los medios sanitarios de que disponemos y que tan necesarios nos resultan, para fortalecerlos como se merecen y aumentar las asignaciones económicas que los refuercen, como garantes de nuestro tan aclamado “estado de bienestar”.
Vivimos momentos en los que hemos depositado nuestras esperanzas de solución frente a la Covid-19 en la vacunación, con el objetivo de lograr el mayor nivel de inmunización general de la población. ¿Será suficiente esta única media?
Dainius Pūras, relator especial de la ONU y psiquiatra de la Universidad de Vilnius (Lituania), afirma que “la vacuna más eficaz es la promoción de la salud física y mental”. Asimismo, recalca que “centrar los esfuerzos únicamente en el modelo biomédico, ha afectado negativamente al contexto de la COVID-19, en la medida en que este énfasis se centra en el desarrollo de vacunas y tratamientos médicos, dejando de lado otros aspectos más amplios de la salud pública y los derechos humanos que son determinantes para el éxito frente a la expansión de la COVID-19”.
Tras las vacunas y la reducción del impacto del Coronavirus, ¿mantendrá la salud su carácter prioritario de calidad de vida o sólo será recurrente cuando broten nuevas emergencias? Y, además, ¿seremos capaces de configurar un modelo que refuerce la salud de las personas de modo que nos permita hacer frente a nuevos brotes y alarmas sanitarias que seguro vendrán, en diversas formas y con distintas intensidades, en los próximos años?
¿No será mejor ocuparnos y preocuparnos de la salud como factor determinante de nuestra calidad de vida, en lugar de depender en exclusividad de recursos inmunológicos cuando volvamos a estar atacados por nuevos virus?
Feliz cumpleaños, Organización Mundial de la Salud; que cumplas muchos más, y que nosotros los veamos. No te olvides de proteger la SALUD desde modelos de construcción de salud pública, de modo que no sólo nos ocupemos de ella cuando surjan peligros y amenazas, sino que también vayamos siendo conscientes de construir salud a través de políticas públicas, políticas empresariales y de compromiso ciudadano.
Y nosotros, no descuidemos nuestra salud, fuente de bienestar y progreso, así como también fruto de nuestras decisiones y comportamientos del día a día, de todos los días, si bien las pandemias de la obesidad, hipertensión arterial, ictus y cáncer, con sus cifras de afectados y fallecidos no “remueven” tanto nuestras conciencias y temores como el Coronavirus, ni ocupan tantos titulares en los medios de comunicación.
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