Quién habría imaginado semejante situación. Esta frase se ha repetido en incontables ocasiones durante las últimas semanas entre familiares, amigos, vecinos y con cualquiera que nos encontráramos en las reducidas posibilidades de salir y conversar, aunque fuera brevemente, en algún encuentro fortuito, esperando entrar en algún comercio de alimentación o farmacia, o volviendo de la panadería. Cuánto ha sido nuestro asombro inicial, convertido rápidamente en temor, duda, nerviosismo, así como miedo ante el daño que el contagio pudiera ocasionar en nuestra vida, tanto a nivel personal y familiar, como social y laboral.
A pesar de las medidas de confinamiento adoptadas por el Gobierno de España para contener los contagios y evitar el colapso de los servicios sanitarios, las personas fallecidas (equivalente a entre uno y siete accidentes aéreos todos los días), están ocasionando un alto grado de sufrimiento y desconsuelo para muchas familias. Este dolor ha venido acompañado de sentimientos de vulnerabilidad, tristeza e inseguridad, con efectos aún por valorar en la salud general de la población y en la laboral, en concreto. Resulta evidente afirmar que la enfermedad COVID-19 nos ha afectado a todos, en mayor o menor medida, con secuelas físicas (en muchos casos), psicológicas y emocionales.
En estas fechas, y de manera progresiva a los largo de los próximos días, el retorno al trabajo está siendo una realidad para las miles de personas que, de modos distintos, han interrumpido su actividad laboral y ahora la retoman, o han podido trabajar de manera no presencial y ahora regresan a sus puestos de trabajo. Se plantea el retorno al trabajo, sí, aunque, ¿en qué condiciones?
La mayoría de las empresas están desarrollando e implantando planes de actuación donde se integran medidas de seguridad y protección frente al SARS-COV-2. Se pretende, ante todo, evitar contagios, y/o detectarlos cuanto antes, si es que se produjeran, con actuaciones preventivas y medidas de carácter higiénico-sanitario. No creo que nadie desconozca a estas alturas qué son los geles hidroalcohólicos, las mascarillas – en sus diversos tipos- el distanciamiento físico o la importancia de una correcta y frecuente limpieza de manos con agua y jabón. Sin embargo, ¿qué sucede con nuestro estado de ánimo?
En este contexto preparatorio de vuelta al trabajo no puede estar exenta la consideración anímica de las personas que retornan con su carga de incertidumbre y con una huella emocional por las experiencias vividas que puede ocasionar una falta de motivación y estímulo para afrontar nuevamente su carga de trabajo de manera productiva.
La protección física frente al coronavirus no debería acaparar de manera exclusiva todo el esfuerzo preventivo, marginando esta dimensión humana fundamental que supone el efecto de la pandemia en el estrés emocional. Por esta razón, resulta altamente ilustrativo el documento elaborado por la Junta de Andalucía, que lleva por título “Guía para un retorno saludable al trabajo tras la COVID-19”. No se trata de una guía al uso de las que se están publicando recientemente que explicita los aspectos legales de protección y prevención frente al coronavirus. La guía facilita herramientas prácticas a las personas que participan y se preocupan por el bienestar laboral de sus integrantes para un retorno saludable al trabajo tras la COVID-19.
De forma muy didáctica y amena, la guía establece pautas operativas, así como una hoja de ruta para “el desarrollo operativo de las acciones que se proponen en los diferentes ámbitos de actuación (formación, comunicación, apoyo social, consulta y participación, adaptación, etc.)
La ruta se inicia antes del retorno al trabajo, indicando la necesidad de hacer consciente a todo el personal de la preocupación de la empresa por su estado de ánimo y de salud a la vuelta al trabajo, así como del compromiso en organizar el retorno de una forma lo más saludable posible, y se extiende durante el proceso de acogida tras el distanciamiento y la fase de integración de las personas a sus actividades.
Indagar sobre el estado emocional de las personas tras el confinamiento, bien a través de entrevistas o cuestionarios exploratorios, permite aproximarnos a los impactos que la experiencia del confinamiento ha generado en el bienestar emocional de las personas. Si bien algunas experiencias han podido ser de carácter positivo (auto-organización del tiempo de trabajo, conciliación trabajo-familia), otras, sin embargo están ocasionando efectos negativos (miedo al contagio, estados de ansiedad, desasosiego, vulnerabilidad, etc.), que pueden verse incrementados con la propia vuelta al trabajo (incertidumbre laboral, sostenibilidad de la compañía), así como de desconfianza hacia las medidas de protección frente al contagio, y las repercusiones que para su desempeño suponen los cambios organizativos incorporados tras la pandemia.
Todos estos factores trascienden la dimensión personal y pueden limitar la capacidad de recuperación de la actividad empresarial. Por ello, un enfoque centrado en las personas, debe situarse a tanto o más nivel de importancia que la adopción de medios materiales de protección, que integre el análisis de la situación emocional tras el retorno a, así como implemente medidas orientadas a generar un marco de refuerzo personal y profesional, elementos básicos, sin duda, para la recuperación de los entornos saludables.
La guía destaca la importancia de conocer el estado de ánimo de las personas por diversos motivos. En primer lugar, “la percepción de malestar emocional afecta negativamente la productividad empresarial, por lo que “detectar las preocupaciones permite abordarlas y paliarlas de forma eficaz”, ya que “las expectativas de bienestar emocional en el trabajo son un factor clave de la gestión de las personas”. Por estas razones, “poder realizar un diagnóstico inicial sobre el estado de ánimo permite valorar la eficacia de las acciones en favor de una vuelta al trabajo saludable”.
Expresar el interés y preguntar por el estado de ánimo del personal antes del retorno, ya es una forma de hacer visible el compromiso de la empresa con el bienestar de las personas, además de evidenciar la coherencia con las medidas de prevención y protección que se estén implementando. Esta preocupación por los demás da credibilidad y consistencia a las políticas de fomento de la salud. Querer saber, y actuar en la búsqueda y exploración sobre el estado de ánimo del personal, -bien a través de cuestionarios, entrevistas, reuniones o llamadas telefónicas-, permiten definir el marco de necesidades y herramientas de apoyo para fortalecer en estado emocional, afectado en mayor o menor grado, según personas y circunstancias vividas. Así se cuida a las personas, -junto a otros ámbitos de actuación complementarios- , y se fortalece la comunidad de personas que constituyen la empresa.
Fuente de referencia: Guía para un retorno saludable al trabajo tras la COVID-19. Instituto Andaluz de Prevención de Riesgos Laborales. Consejería de Empleo, Formación y Trabajo Autónomo. Junta de Andalucía.
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